
Reproducimos un trabajo de 2006 sobre Ciencia y Tecnología en Argentina.
En este trabajo, se pude apreciar cuales son los avances en términos de políticas de estado y mas, como ya se pueden observar resultados, a sólo 5 años de la fecha de la publicación.
Pero un dato mas que interesante, resulta de ver en este trabajo, cuyo objeto fue reseñar la historia de la ciencia y la tecnología en la argentina, y hacer una análisis crítico de las visiones de Albornoz y de Solanas. (Fernando Pino Solanas).
En este análisis y sin entrar en detalle de la crítica a Albornoz, que por demás se puede ver en el propio trabajo; lo interesante es observar la posición de Solanas, que con su visión sobre el tema, desprovista de cualquier especulación de campaña electoral, demuestra la parcialidad de sus análisis, y su estancamiento entre la denuncia de lo que entiende no está bien, y la justificación de hasta donde se puede llegar. Queda en evidencia que su tan proclamada soberanía política; no es, en el núcleo de su concepción nada mas que una simple formulación.
Vamos al trabajo:
Política científica y tecnológica en la Argentina.
Política de Desarrollo Científico Tecnológico.
Por Federico Vázquez y Jorge Vázquez
Podemos decir sin temor a equivocarnos que la investigación científica y tecnológica tienen en la Argentina una tradición significativa; lo que seguramente sería bueno cuestionarnos o plantearnos como mínimo el interrogante si esa tradición está basada en hechos coyunturales, acciones aisladas, circunstancias especiales o si han sido el producto de una política de Estado en relación a la materia.
Creo que en el caso de la Argentina lo que no ha habido es justamente una Política de Estado para el Desarrollo Científico y Tecnológico que esté planteada dentro del marco de un Proyecto de Desarrollo Nacional de largo plazo, el cual se haya mantenido mas allá de las circunstanciales coyunturas, tanto nacionales como internacionales.
En el desarrollo de los diferentes ejes de este trabajo, podremos ir viendo como en situaciones cambiantes de la política nacional que, debemos decir; en general son el correlato del alineamiento que se ha mantenido con las políticas y necesidades de las economías hegemónicas; responden siempre a la aplicación de políticas acordes a esas circunstancias cambiantes y no a un proyecto de Desarrollo Nacional.
A manera de presentar una lógica de comprensión a partir de la cual poder exponer la opinión en cada uno de los puntos y poder conceptualizar la idea, es que pretendo plantear una síntesis del concepto sobre el cual hago las apreciaciones y las conclusiones en cada caso.
Para comenzar debemos plantear que toda acción generada desde y con la fuerza del Estado responde a una clara definición de éste y no a una casualidad o disfunción del mismo; y este Estado (cualquiera sea el caso) se corresponde con un determinado sistema.
Entiendo que sistema es el que determina la relación entre los dueños de los medios de producción y la sociedad en general, es decir quien es dueño de los medios de producción, es por ende dueño del producto. En esta sintética definición lo que estamos viendo es que a partir del sistema se organiza la estructura social, es decir justamente como se relaciona la sociedad toda respecto del producto generado por la misma, y esa Estructura está organizada por una Super Estructura, que es la que se encarga de justamente organizarla para mantenerla y es lo que conocemos como Estado.
Así el Estado tiene como función fundamental cuidar y mantener el Status Quo de la Estructura.
Ese Estado a su vez está organizado institucionalmente por áreas que son las que ejecutan las políticas en cada caso, Ministerios, Fuerzas Armadas, Policías, leyes, etc.
Los gobiernos son los que ocupan temporalmente el manejo del estado, y cambian periódicamente sin que la organización institucional cambie, con esto, el poder económico que da base a la estructura, se garantiza el control del Estado, con gobiernos funcionales, a los que apoya cuando le son útiles y a los que desestabiliza, o derroca directa o indirectamente cuando no.
Como metodología de trabajo y con la intención de ordenar y comparar opiniones sobre los diferentes temas de estudio, pretendo sintetizar los conceptos de Mario Albornoz, adicionar información extraída del trabajo de Pino Solanas (La Argentina Latente) y en cada punto dar una opinión al respecto desde un enfoque basado en el concepto arriba explicado para tratar de ver o de arribar a una conclusión de “los por que” de cada situación.
Impulso inicial a la investigación científica
Según Albornoz, los primeros grupos de investigación científica surgieron en los comienzos del siglo XX, localizados institucionalmente en las universidades públicas. De las cuales 3 sobresalieron en relación con el desarrollo de la ciencia en el país: La universidad de Buenos Aires, la de La Plata y la de Córdoba. Aun hoy en día las universidades nacionales disponen del grueso de la capacidad científica del país.
La investigación científica alcanzó su momento de mayor visibilidad y madures durante las décadas de 1950 y 1960(si bien el premio Nóbel le fue entregado a Bernardo Houssay1 en 1947) cuando se combinaron diversos factores que permitieron producir una “época de oro” de la ciencia en el país. Aquella investigación científica obtuvo reconocimiento internacional en el posterior otorgamiento del premio Nóbel a Luis Leloir2, en 1970 y a César Milstein3, en 1984.
1Bernardo Houssay: Sin duda el Nobel no era la meta de Bernardo H. Houssay, nacido el 10 de abril de 1887 cuando egresó como bachiller con las mejores calificaciones a los 13 años de edad, después de haber pasado, en solo cinco meses, el tercer grado a primer año. Su ingreso a la carrera de Farmacia a los 14 años no extrañó tanto como la facilidad con que aprendía y con que expresaba lo que había aprendido. Farmacéutico a los 17 años, inició sus estudios de Medicina trabajando simultáneamente como técnico de farmacia en el Hospital Francés y poco después en la Farmacia del Hospital de Clínicas. Su actividad laboral y dieciocho meses de servicio militar demoraron sin duda sus estudios, desarrollados en siete años, pero tampoco en la Facultad de Medicina pasó desapercibido.
Sí bien la comunicación del Real Instituto Carolino Médico-Quirúrgico que le concedió el Premio Nobel hizo mención a sus estudios sobre la hipófisis (en realidad mencionó la pituitaria, cosa que Houssay rechazó de plano), en realidad se estaba concediendo el premio a toda una trayectoria científica, impresionante por la diversidad y trascendencia de los trabajos que, además de la hipófisis, hicieron fuerte hincapié en la función del páncreas y el estudio de la diabetes. Es casi imposible resumir en tan poco espacio el quehacer y la personalidad de alguien tan grande. Pero su obra continuó en las instituciones que dejó, por ejemplo, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, fundado en 1955 y presidido por él hasta su muerte, acaecida el 21 de septiembre de 1971.
2Luis Leloir: Su investigación más relevante, y por la cual obtuvo la distinción que le otorgó fama internacional, se centra en los nucleótidos de azúcar, y el rol que cumplen en la fabricación de los hidratos de carbono. Tras su hallazgo se lograron entender de forma acabada los pormenores de la enfermedad congénita galactosemia.
3César Milstein: Obtuvo el Premio Nóbel de Medicina y Farmacología en 1984 por sus teorías relacionadas con la "especificidad en el desarrollo y control del sistema inmunológico", y el descubrimiento de la técnica para producir anticuerpos monoclonales en gran escala.
Se graduó de Químico en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, a los 25 años de edad. Cinco años más tarde, fue nombrado por concurso en el Instituto Nacional de Microbiología "Carlos Malbrán", que gozaba de prestigio mundial. Al poco tiempo, partió hacia Cambridge, Inglaterra, becado por el laboratorio que dirigía otro Premio Nobel, el Dr. Frederick Sanger, en el Medical Center Research.
Posteriormente, regresó a la Argentina para ser Director del Departamento de Biología Molecular del Instituto Malbrán. En 1961, motivos políticos hicieron que decidiera retornar a Inglaterra. Allí realizó las investigaciones que concluyeron con el descubrimiento de la novedosa técnica para producir anticuerpos monoclonales.
En 1983, el Dr. Milstein adoptó la ciudadanía inglesa, y fue nombrado jefe y director de la División de Química de Proteínas y Acidos Nucleicos de la Universidad de Cambridge. Ha recibido numerosas distinciones y premios, como el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional del Sur.
El Domingo 24 de marzo de 2002 fallece en Cambridge a los 75 años y a raíz de una enfermedad cardiaca.
Solanas a su vez hace referencia a este tema y si bien en el documental no sigue una sucesión cronológica, sino por áreas, del desarrollo, científico tecnológico. Esto, en mi opinión sirve como información adicional o complementaria al planteo de Albornoz, pero el no seguir una sucesión cronológica impide en alguna medida hacer un análisis integral de la situación ya que dichos procesos, no se dieron por necesidades concretas de cada área científico técnica, sino por necesidades basadas en situaciones internacionales y nacionales determinadas que motivaron el impulso en algunos momentos, el vacío de políticas activas en otros momentos, y en circunstancias mas críticas podríamos decir que la desarticulación y en alguna medida, por lo menos el intento de vaciar ya no solo de contenido, sino del valiosísimo recurso humano que durante décadas el país había preparado para tales fines.
Como planteamos en los primeros conceptos de este trabajo, éstos primeros grupos de investigación en los primeros años del siglo XX, eran la resultante de una política concebida para el momento y en un determinado contexto internacional, en el cual a la Argentina se le reservaba un papel en la división internacional del trabajo, diferente al actual, y que estaba mas signado por el ordenamiento producido a partir de la revolución industrial, que por la proyecciones que para la época habían de lo que luego sería la revolución tecnológica.
La búsqueda del desarrollo tecnológico
Paralelamente, también la problemática de la tecnología tuvo relevancia a partir de los años sesenta, en el contexto del auge del pensamiento desarrollista inspirado por CEPAL y de la apuesta pública al impulso de grandes emprendimientos. Las actividades de investigación y desarrollo (I+D) tuvieron cierto grado de implantación en las empresas públicas; particularmente en las áreas de la energía y de la defensa. La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) se convirtió en un emblema de la capacidad científica y tecnológica local ya que, además de cumplir con su propio cometido, generó un tejido de empresas capaces de producir bienes con muy alto valor agregado. Algunas de ellas siguen actualmente muy activas.
El desarrollo tecnológico ocupó también un espacio en el plano teórico o doctrinario, como parte de la concepción de un Estado que debía ser capaz de
ejecutar políticas activas en muchos planos; entre ellos, el de la producción. Las contribuciones de Jorge Sábato, Amílcar Herrera y, desde una perspectiva diferente, Oscar Varsavsky, entre otros, a lo que fuera luego conocido como «pensamiento latinoamericano en ciencia y tecnología» conservan todavía parte de su vigencia e interés. El modelo del triángulo de las interacciones, elaborado por Sábato para ilustrar la estrategia más viable para alcanzar el desarrollo es el inspirador de la actual teoría de la triple hélice con la que algunos autores contemporáneos fundamentan determinadas estrategias de vinculación entre los actores políticos, académicos y empresariales como camino que conduce a la innovación.
Indudablemente cierto el concepto de Albornoz, en lo referente a la concepción de Sábato respecto del enfoque integral que hay que dar en plano, político, académico y empresarial, pero una vez mas, el análisis a realizar es, entender el por que? Y el para que? De un determinado proceso o de una política activa que lo incentive.
En la década del 60, ya había pasado en la Argentina la primera época de desarrollo industrial, que podríamos citar en la década del 40 y 50, signadas casi exclusivamente por la II Guerra Mundial y los años de Post Guerra y el “Grand Deal” Americano.
La segunda Guerra mundial no fue otra cosa que una crisis del propio sistema Capitalista donde a las contradicciones propias del sistema sobre quien sería la potencia hegemónica a nivel mundial, se le incorporaba la realidad ya insoslayable de la consolidación de otro sistema, basado en otra estructura que además cuestionaba la existencia misma del capitalismo, el Socialismo que ya llevaba mas de dos décadas de existencia en la U.R.S.S.
Y en los 60, aparece en América Latina un nuevo escenario a partir del triunfo de la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959, que 3 años mas tarde se definió como Revolución Socialista.
En el resto de América Latina, las políticas desarrollistas que habían tenido sus primeros esbozos en México con Lázaro Cárdenas en los años 30 y a partir de allí en una sucesión de acontecimientos que llegaron hasta mitad de los años 60, pasando por Prestes en Brasil, Perón en Argentina y Velazco Alvarado en Perú.
Cuando promediaban los años 60 y se consolidaba este nuevo proceso que contraponía los intereses de las potencias Europeas y los Estados Unidos, a los intereses regionales, la respuesta fue llevar adelante una política agresiva de derrocamiento sistemático de todas las democracias de la región, sustitución por Dictaduras Militares y políticas de freno al desarrollo nacional de los países de la región y descabezamiento de los liderazgos, políticos, empresariales, sindicales y estudiantiles. Así se llegó en el ámbito de la educación a la conocida “noche de los bastones largos” que no fue, ni un exceso ni un descontrol de mandos militares intermedios, fue una política de Estado.
Creación del sistema institucional de la ciencia y la tecnología
La mayoría de las instituciones destinadas a diseñar y ejecutar políticas destinadas al desarrollo científico y tecnológico en Argentina fueron establecidas en la segunda mitad de la década de los cincuenta. La CNEA fue creada en 1950 y reorganizada en 1956; el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) fue creado en aquel mismo año; el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), al año siguiente y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en 1958. Este último organismo, concebido como un instrumento para promover la investigación científica en las universidades, estuvo parcialmente inspirado en el modelo del CNRS francés. Diez años más tarde, en 1968, se creó un nuevo organismo —el CONACYT—, cuyo objeto era regular el conjunto de la trama institucional de la política científica y tecnológica. Tuvo vida efímera, pero es el antecedente histórico de la actual Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Durante los siguientes treinta años no se crearían nuevas instituciones.
En general, la historia institucional de la política científica y tecnológica ha transcurrido en Argentina más próxima a la perspectiva y los intereses de la investigación académica que a las demandas del sector productivo. La creación
de los organismos puede ser explicada en función de tres factores: en primer lugar, el auge de la teoría del desarrollo; en segundo lugar, y en relación con lo
anterior, la creencia acerca de que el Estado debía desempeñar un papel protagónico en el estímulo y la producción de conocimientos científicos y tecnológicos y que, adicionalmente, era necesario desarrollar una verdadera planificación de dichas actividades. En tercer lugar, la difusión de modelos institucionales para la planificación, promoción y producción de conocimientos difundidos por agencias internacionales como UNESCO y OEA.
A partir de 1996 se llevó a cabo una reestructuración del sistema institucional mediante una nueva definición de los objetivos y los roles de los organismos que lo integran. En particular, se enfatizó la necesidad de orientar la I+D pública hacia las necesidades de innovación del sector productivo. El Sistema Nacional de Innovación apareció como el concepto organizador de la nueva política pública de ciencia y tecnología tendiente a orientar las actividades científicas y tecnológicas hacia la innovación. Para ello se creó, además, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) con sus dos fondos: el FONCYT, para el financiamiento de proyectos de investigación y el FONTAR para promover la innovación y modernización del sector productivo.
Rupturas y retrocesos
El desarrollo científico y tecnológico de Argentina siguió un proceso signado por numerosas rupturas, estrechamente relacionadas con los vaivenes del contexto político e institucional del país. Existe consenso en señalar que el avasallamiento de la Universidad de Buenos Aires en 1966, conocido como «la
noche de los bastones largos» significó, de hecho, la ruptura de buena parte de
las tradiciones científicas. Como consecuencia de aquellos episodios se produjo la disgregación y migración de muchos grupos consolidados, lo cual dejó a una generación de jóvenes investigadores sin un conjunto de científicos que debían haber sido sus referentes.
Durante el gobierno militar del período 1976-1983 la política científica y tecnológica estuvo fuertemente orientada hacia los temas considerados de interés para el régimen. Al mismo tiempo, como una estrategia enmarcada en el plano ideológico, se quitó apoyo a la investigación universitaria y se favoreció un trasvase de los grupos más calificados hacia el CONICET. Ambas políticas comenzaron a ser revertidas a partir de que el país recuperara la democracia: algunos de los programas de interés militar, como el Proyecto Cóndor, destinado al desarrollo de misiles, fueron cancelados y el programa nuclear fue reducido. Las universidades públicas, en cambio, comenzaron una recuperación muy acentuada de su capacidad para realizar investigación científica. Posteriormente, en la década de los noventa, la mayoría de estas universidades crearon estructuras tendentes a favorecer la transferencia de conocimientos y la prestación de servicios al sector privado, siguiendo, en términos generales, el modelo de las universidades españolas.
Las políticas económicas neoliberales que fueron puestas en práctica a partir de 1976, aplicadas intermitentemente en los primeros años de la democracia y rigurosamente ejecutadas en la década de los noventa, centradas en la apertura de la economía y la estabilidad macroeconómica, conspiraron contra la trayectoria tecnológica de las empresas argentinas y restaron interés a la capacidad de producir localmente conocimientos científicos y tecnológicos relevantes.
Con el reciente cambio de gobierno, un nuevo enfoque ha comenzado a darse a la política económica, pero aún es pronto para estimar el impacto que tendrá
sobre el financiamiento de la ciencia, la tecnología y la educación superior, si bien ciertos elementos anticipados permiten alentar esperanzas de que la difícil situación actual comience a ser revertida.
En este punto, entre el trabajo de Albornoz y el de Solanas, aparecen grandes coincidencias, que tienen que ver, sin entrar en detalles con los datos objetivos de los hechos, pero entran en una interesante contradicción a la hora de dar la explicación del por que, se produjeron esos acontecimientos.
Seguramente que buena parte de la explicación de dicha contradicción está dada por el prisma a través del cual cada uno de ellos mira, las políticas desarrolladas en esos momentos. Albornoz nos trae un sucinto reconto de lo que luego fue el discurso neo liberal para explicar el porque de políticas que no solo atentaron contra el desarrollo nacional, sino que en algunos casos desmantelaron años de investigación y desarrollo.
Solanas en este punto, va mas allá de contar los hechos y con una opinión si se quiere discutible, enfoca el análisis a partir de tratar de establecer, que políticas se llevaron a cabo, y a que intereses servían; simplemente utilizando esta metodología, se ve obligado a encontrar excusas y mentiras del discurso oficial; que Albornoz solo repite, este es el caso del Proyecto Cóndor, del cual Albornoz nos transmite que “…algunos de los programas de interés militar, como el Proyecto Cóndor, destinado al desarrollo de misiles, fueron cancelados y el programa nuclear fue reducido…”, que el Proyecto Cóndor estaba dentro de la órbita de la fabrica militar, es cierto, que fuera un proyecto sólo de interés militar es una falacia, así lo explica Solanas, en sendos reportajes a Físicos de reconocida trayectoria en el país, que explican que el proyecto Cóndor iba mucho mas allá que desarrollar un misil.
Lo que Solanas tampoco explica es que esta decisión fue una política de las potencias hegemónicas, pues este desarrollo competía con su Complejo Militar Industrial; no solo por la calidad del desarrollo, sino porque ofrecía alternativas a otros países que sin esta posibilidad se vieron obligados a comprar la tecnología de Locked a un valor de intercambio desfavorable.
Tan así, era este tema importante que, todo lo que se había avanzado en investigación y desarrollo llegó vía España a los Estados Unidos; que todas las instituciones financieras en las cuales Estados Unidos, tiene mas que una importante influencia, léase FMI, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, colocaron insistentemente, en forma decisiva durante el Gobierno de Raúl Alfonsín, que se desmantelara el Proyecto Cóndor como condición necesaria pero no suficiente para el otorgamiento de cualquier tipo de asistencia financiera al país.
La situación actual
Pese a su tradición de éxitos tempranos, la ciencia argentina atraviesa una crisis profunda que, en parte, acompaña la crisis general del país, pero que, además, obedece a problemas propios. Es cierto que todavía existen grupos de excelencia que mantienen un adecuado nivel de actividad y que, en términos generales, la comunidad científica ha sido activa en la defensa de las instituciones de investigación, pero en su conjunto el panorama actual es un reflejo empobrecido del pasado esplendor. Existen también muy buenos ejemplos de capacidades tecnológicas competitivas a escala internacional, como los de la empresa mixta INVAP y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), aunque lamentablemente son aislados, en el escenario de un perfil productivo con escaso valor agregado.
Muy baja inversión
La inversión argentina en ciencia y tecnología apenas alcanza al 0,42% del PBI, mientras que Alemania invierte el 2,26%, Estados Unidos el 2,68%, Francia el 2,32% y Japón ha superado ya el 3%. En América Latina, Brasil alcanzó el 1,05% en el año 2000. La media latinoamericana, de un 0,62%, es superior al valor de Argentina. En valores absolutos (Gráfico 1), Argentina invirtió en 2001 el equivalente a 1.141 millones de dólares, en tanto que México superaba los dos mil doscientos millones y Brasil los seis mil doscientos millones.
La medida de las actividades científicas y tecnológicas, siguiendo el concepto más amplio de la UNESCO2 arroja una diferencia aún más amplia. En la actualidad, la mayor parte de las instituciones científicas y tecnológicas se encuentran en un estado de emergencia en el plano presupuestario, en lo relativo a su misión, a sus orientaciones y su funcionamiento. Así, este país, que décadas atrás pudo producir premios Nobel y desarrollar tecnología propia, hoy apenas puede sostener el esfuerzo científico y tecnológico que requiere el mundo de fin de siglo.
En este punto y en el anterior, una vez mas es el análisis de las causas lo que no se ve en el trabajo de Albornoz, es el porque de la situación actual, el porque de la baja inversión y su lógico correlato.
Quizás en este análisis, por actual y porque se está dando en este momento, (mas allá de la antigüedad que tenga los datos de Albornoz, hoy en día, seguimos en una situación de crisis no resuelta en el tema de desarrollo científico y tecnológico y la inversión sigue siendo por demás escasa) lo interesante no es arriesgar una definición u opinión propia, sino plantear el debate, en un ámbito de discusión mas que importante, no tanto por el lugar que ocupa en relación a la toma de decisiones respecto del tema; sino porque es un ámbito de formación de futuros profesionales vinculados al desarrollo científico y tecnológico, que venimos de una generación en la cual el ámbito de discusión y participación ha sido mas que escaso, y debiera ser un ámbito o un método de trabajo con el cual deberíamos estar familiarizados.
Capital humano de cierta importancia
Con el sector productivo en crisis, las universidades con problemas de financiamiento y las instituciones científicas alejadas de la actividad tecnológica, no debería sorprender que los investigadores argentinos estén actualmente entre los que cuentan con menos recursos en todo el mundo. Mientras el sistema científico y tecnológico argentino necesita imperiosamente más investigadores y mayor inversión, lo que está ocurriendo realmente es el éxodo de muchos de los científicos y profesionales jóvenes más calificados.
La historia, sin embargo, permite disponer de una herencia que todavía constituye un capital de cierta importancia. Con sus más de veinticinco mil investigadores y becarios (Gráfico 2), Argentina muestra el indicador más alto con relación a la población económicamente activa (PEA). El valor de 1,67 investigador por cada mil integrantes de la PEA duplica al de Brasil y supera al de Chile. Como se puede ver, la existencia de una dotación relativamente importante de investigadores parece ser el resultado de la persistencia de tradiciones científicas de larga data.
Gráfico 2
Investigadores y becarios en países de América Latina
Sin embargo, esta relativa fortaleza podría verse debilitada en el futuro, si no se dieran las condiciones sociales, económicas e institucionales necesarias para facilitar la inserción laboral de los jóvenes científicos. A ello se debe agregar que, a pesar de los esfuerzos que se realizaron en épocas pasadas por promover el desarrollo tecnológico basado en la utilización de conocimientos científicos producidos localmente, la mayor parte de ellos rara vez fueron efectivamente aplicados en los procesos de producción de bienes y servicios. En este contexto de restricciones, el salario de los investigadores y los docentes universitarios es extremadamente bajo y genera escasos estímulos al desarrollo de vocaciones científicas y académicas.
Una vez mas asistimos a la presentación de los datos y al estado de situación lo que no aparece claramente es el diagnóstico y las causas de este estado de situación y como en el punto anterior, considero que puede ser un interesante punto de debate sobre el porque sucede y como se debería revertir.
Sí pretendo dejar una posición planteada respecto de un cambio sustancial en lo que se refiere al concepto de Capital, en la actualidad respecto de lo que el mismo concepto expresaba 5 décadas atrás.
Cuando hablábamos de políticas de desarrollo nacional, en algunos casos en contraposición de políticas de desarrollo de otras naciones, y el rol que el capital tenía en dirimir tal contradicción, podemos decir que en aquellos años, el concepto de capital, se refería exclusivamente al del capital físico.
Actualmente dicho término tiene otra concepción, hoy todo proceso de desarrollo debiera ser sostenible y sustentable en el tiempo, por lo cual el concepto de capital moderno tiene 3 factores que lo componen:
Ø Recursos Humanos.
Ø Recursos Naturales.
Ø Capital físico.
Las universidades
Actualmente, más del sesenta por ciento de las cincuenta mil personas que trabajan en actividades científicas y tecnológicas en Argentina lo hacen en las universidades nacionales (públicas). En casi todas ellas se ha producido la consolidación de ciertos grupos de excelencia. La influencia de instrumentos para financiar el mejoramiento de la calidad de las universidades, así como la práctica de la evaluación y acreditación universitaria ha sido positiva y expresaron políticas públicas más activas en el impulso a la investigación y el mejoramiento de la calidad de las universidades.
No obstante, la concentración de las capacidades científicas y tecnológicas en el sistema universitario en un grado tan alto contradice las tendencias mundiales, que apuntan más bien hacia un fortalecimiento de las estructuras de
la I+D empresarial. En este sentido, la fortaleza relativa de las universidades nacionales en materia de investigación científica puede ser vista como la contracara del escaso dinamismo tecnológico del sector productivo argentino.
Por otra parte, pese a concentrar el grueso de los investigadores del país, la estructura de las universidades nacionales no puede ser presentada en general como la que correspondería a una institución que aspire a ser identificada como el locus de la ciencia. Los números son elocuentes: sólo el 16% de los investigadores universitarios tiene dedicación exclusiva. Los docentes investigadores (un conjunto de más de 25 mil personas) representan sólo el 17% del personal de las universidades nacionales.
A los datos cuantitativos hay que agregar la estructura fragmentada en facultades, cátedras e institutos de la mayor parte de las universidades nacionales (las más tradicionales, en particular), lo que obstaculiza el desarrollo de proyectos de cierta envergadura y la conformación de masas críticas que presupongan vínculos interinstitucionales y trabajo en redes.
Como en puntos anteriores y mas allá del debate me parece que es un punto en el cual podríamos tener la posibilidad de recibir parámetros de medición y/o comparación de los datos expresados y su significación.
Las empresas
En lo que respecta al sector privado, las empresas argentinas son, con algunas excepciones, poco innovadoras. La inversión privada en ciencia y tecnología apenas representaría un 20% del total del país, mientras que en los países industrializados la contribución del sector privado oscila entre el 50% y el 75% del esfuerzo nacional. La comparación entre el desempeño de las mejores empresas argentinas desde el punto de vista tecnológico y las mejores a nivel mundial (Gráfico 3) muestra un abismo de tales proporciones que obliga a dejar de lado estrategias imitativas y replantear los supuestos mismos de una política tecnológica, orientándola más hacia el aprendizaje, la modernización y la conformación de redes que fortalezcan capacidades, hacia la innovación basada en I+D formalizada como tal.
Entiendo que, comparar las capacidades imitativas de las empresas argentinas respecto de el estándar internacional, sin tener en cuenta la situación política, económica del país en general, las leyes y programas de incentivos y las leyes y programas de financiamiento, es cuanto menos una forma mas que parcial, demasiado diría para hacer un análisis serio. Por cuanto poner el énfasis en el replanteo de la política tecnológica, su orientación al aprendizaje, la modernización y orientarla a la conformación de redes, es inviable, sin un política de fomento de la pequeña y mediana empresa que por cierto genera casi el 70% de la ocupación de la población económicamente activa y que, como ya hemos dicho la aplicación de políticas o la falta de aplicación, no son circunstancias casuales ni producto de generación espontánea sino políticas de Estado que se llevan a cabo con fines determinados. En este punto considero que Albornoz tiene una tendencia a la simplificación del problema.
Un énfasis debe ser puesto sobre la conformación de redes, por cuanto uno de los problemas principales del sistema tecnológico es el aislamiento y los compartimentos estancos. Son insuficientes los vínculos entre quienes producen y aplican los conocimientos. Muchos empresarios descreen de la ayuda que puedan recibir de los científicos y tecnólogos. Por otra parte, una desconfianza recíproca hacia los intereses empresariales prevalece en algunos sectores de la comunidad científica. Por lo tanto, el establecimiento de vínculos de colaboración mutua es un cambio necesario para lograr que el conocimiento científico y tecnológico pueda ser apropiado por la sociedad.
Me da la sensación de que Albornoz en este caso se pone en el centro de la discusión y entiende la realidad a partir de su idea y conocimiento parcial.
Si Albornoz al hablar de empresarios que descreen de la ayuda, etc, etc, habla de empresarios de grandes empresas o funcionarios de grandes corporaciones, se equivoca, porque dichas corporaciones han solicitado en muchos casos al estado investigaciones, resultado de las cuales luego patentan sus productos y cobran regalías que el país debe de alguna forma tributar, tal cual los explica Solanas en el documental. O sea, saben bien lo que la ciencia les aporta pues con ese aporte ganan dinero.
Si la referencia la hace a los pequeños y medianos empresarios, lo que muestra es un profundo desconocimiento del sector, pues no descreen del aporte que la ciencia puede hacerles, no tienen acceso ni remotamente a el avance tecnológico.
Cambios en el contexto: la sociedad del conocimiento
El contexto en el que se procesa socialmente el conocimiento ha cambiado profundamente en los últimos años, como resultado de varias tendencias dinámicas y complejas. Entre ellas, el doble proceso por el cual, de una parte, el conocimiento se ha convertido en el más importante impulsor del proceso de crecimiento económico y en un elemento que dinamiza el cambio social, en tanto que, de otra, ha ido perdiendo vigencia el modelo lineal basado en el necesario predominio de la investigación básica. El nuevo contexto plantea fuertes desafíos al concepto de política científica entendida como política de investigación, para incorporar nuevos enfoques relativos al flujo de la información y a la difusión, así como a la apropiación de los conocimientos. En consonancia con tales tendencias, se ha consolidado un discurso que anuncia la emergencia de un nuevo tipo de sociedad a la que se denomina «sociedad de la información» o «sociedad del conocimiento».
La base material de la nueva sociedad es la llamada «infraestructura global de la información», de la cual Internet es un instrumento esencial. La rápida expansión de esta infraestructura está transformando, desde el comercio, hasta
la educación y las formas de organización de la comunidad científica, incluyendo la investigación en sí misma y los procesos de difusión y aplicación del conocimiento.
A diferencia de otros cambios tecnológicos, el rápido desarrollo y difusión de las tecnologías de información, así como la emergencia de nuevas aplicaciones
tienen el potencial de afectar a todos los sectores económicos, las estructuras organizacionales, el empleo, los servicios públicos y un gran número de actividades sociales y culturales.
En América Latina muchos países han tomado nota de estas nuevas circunstancias históricas. Brasil, por ejemplo, preparó y editó su Libro blanco para la sociedad de la información. Argentina creó estructuras de gobierno para el desarrollo de políticas en este tema y en determinado momento se gestó la confusión de que ellas reemplazarían, lisa y llanamente, a la política científica y tecnológica.
Enfoques y estrategias alternativas hacia el futuro
¿Cómo enfrentar un escenario poblado de tantas dimensiones cambiantes? A falta de una estrategia de desarrollo capaz de unificar expectativas, el ánimo de quienes analizan alternativas viables de política científica y tecnológica en Argentina se caracteriza por el desconcierto. En tal escenario confrontan diferentes estilos de política científica que se corresponden con la visión y los intereses de distintos actores y que configuran diferentes culturas, en el sentido de valores, normas y legitimidades predominantes.
Así, es posible reconocer, en primer término, la vigencia de un enfoque propio de la cultura científica tradicional, sostenida fundamentalmente por los propios investigadores, que defiende la necesidad de asignar recursos al fortalecimiento de la investigación básica, siguiendo casi exclusivamente criterios de calidad. Este modelo, apoyado en forma amplia por la comunidad científica, no encuentra suficiente apoyo en otros actores sociales. Pese a que en esta visión se mezclan intereses corporativos y que carece de propuestas que permitan vincular eficazmente la ciencia con la tecnología y la producción, en Argentina, es preciso reconocer que la comunidad científica emerge hoy como el actor social más comprometido en la demanda de políticas que consideren a la ciencia como un recurso estratégico.
Un enfoque alternativo denota la influencia de la cultura económica y está centrado en el estímulo a los sistemas de innovación y la política que propone se orienta a fortalecer los vínculos entre las instituciones que integran la red sistémica.
Esta política suele ser presentada como complementaria a la que se propone desde la cultura científica, pero en la práctica es percibida como confrontando con ella, en la medida que postula la necesidad de reemplazar la política científica tradicional por otra orientada hacia el estímulo de la conducta innovadora por parte de las empresas. Ciertos actores interesados en impulsar una modernización industrial respaldan una estrategia de este tipo. Sin embargo, esta posición registra dos debilidades: una de ellas deriva de la escasa demanda de conocimientos por parte de las empresas, lo que convierte a los sistemas de innovación más en un postulado teórico que en una realidad. La otra es inherente al reduccionismo de su enfoque, ya que pretende abarcar la totalidad del proceso creativo de conocimiento científico desde la óptica innovadora. Por este motivo, la comunidad científica suele rechazar su aspecto economicista.
Un tercer enfoque ha surgido en el seno de una cultura burocrática que supone ser capaz de alcanzar la mayor racionalidad en la articulación de los fines y los medios. La visión propia de este enfoque ha conquistado espacio en los últimos
años en distintos círculos de opinión. Desde una perspectiva modernizadora, este enfoque menosprecia la utilidad de la investigación y, en general, de los esfuerzos orientados a lograr una capacidad científica y tecnológica propia. Se basa en la suposición de que las tendencias globales han de producir necesariamente una nueva distribución internacional del trabajo y del saber que, por necesaria, deberá ser aceptada. Desde esta óptica, países como Argentina no estarían en condiciones de formar parte del grupo de aquellos que producen la ciencia y la tecnología, sino sólo de los que se limitan a aplicarlas. Cree además en la disponibilidad universal de los conocimientos y, si a esto se suma el deslumbramiento por Internet, no es raro que la política científica y tecnológica correspondiente a este enfoque termine basada en una confusión entre los procesos de creación y de transmisión de conocimientos, como antes se ha señalado.
La existencia de los tres enfoques y culturas reseñados es un dato fáctico que surge de observar la conducta de los actores en el escenario de la política científica y tecnológica en Argentina. No son, por lo tanto, en el plano lógico, las únicas alternativas posibles. Muy por el contrario, se trata de un cuadro necesariamente abierto, en el que hoy no es conveniente eludir la búsqueda de nuevos enfoques flexibles y transdisciplinarios, tal como lo es el nuevo modo de producción de conocimiento científico y tecnológico.
Formular una política de ciencia, tecnología e innovación en un país como Argentina, en la época actual, es una tarea para la que se carece de las certidumbres ideológicas de antaño, en tanto no se cuenta ya con el marco general de una «teoría del desarrollo» y ni siquiera con sistemas institucionales seguros y predeterminados. Sin embargo, no se carece de ciertas evidencias como, por ejemplo, la de que el país se ve forzado a fortalecer su capacidad de gestionar el procesamiento social del conocimiento para mantener opciones de futuro, así como que tal capacidad no sería sustentable si se pretendiera cercenar de ella la aptitud para investigar y producir conocimiento localmente.
Tal certidumbre opera como una brújula gracias a la cual es posible evaluar las fortalezas y las debilidades en materia de ciencia y tecnología, con el fin de diseñar estrategias que sirvan para sortear amenazas y aprovechar al máximo las oportunidades disponibles.
Los éxitos alcanzados recientemente para el desarrollo y la exportación de equipamientos nucleares de experimentación por parte de INVAP, los desarrollos de tecnología de satélites realizados por la CONAE y el avance en varias líneas de investigación en biotecnología aplicada al agro, muestran que las oportunidades existen, tanto en el plano de la investigación básica, como en el desarrollo tecnológico.
El fortalecimiento de la capacidad tecnológica debe tomar en cuenta que el contexto mundial impone la necesidad de disponer de una economía eficiente y competitiva, lo que debe traducirse en políticas industriales cuyo eje sea la modernización tecnológica y el desarrollo de una cultura de la innovación. Al mismo tiempo, es necesario remarcar que la experiencia ha demostrado que tales propósitos sólo se logran mediante políticas activas; el Estado debe jugar un rol fundamental para asegurar la acumulación del conocimiento científico y tecnológico que requiere la sociedad argentina.
Una vez mas Albornoz separa en compartimentos estancos la política de desarrollo científico y tecnológico, del desarrollo social en sí mismo.
La comprensión de que el desarrollo social, genera desarrollo científico y éste a su vez retroalimenta al primero, tanto como el desarrollo de cualquier otra área del quehacer humano, como el arte, el aprovechamiento del tiempo libre y otras áreas que sin excepción algunas están signadas por el desarrollo político, facilitaría la noción de que todo cambio, revolucionario o evolutivo tiene siempre un final abierto, donde lo mas importante no será en todo caso saber cual será su final, sino como vamos a participar en el proceso y en como nos va a servir el resultado.