jueves, 3 de octubre de 2013

Gramsci y las Historietas Mafalda - La construcción de sentido contra hegemónico

Carlos Eduardo Rebuá Oliveira

Mestrando do Programa de Pós-Graduação em Educação da UERJ (Proped)


Bolsista do Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq)

Traducción: Jorge Vázquez



Resumen

A pesar de la reciente proliferación de trabajos acerca de las historietas y su relación con la educación, estudiarlas en las aulas todavía representa una difícil tarea; no sólo por que la bibliografía académica es aún incipiente, sino sobre todo por la dificultad de discutir este tipo de lenguaje, sin incurrir en el mecanicismo, en el utilitarismo, o en otras palabras, abordar el estudio de las historietas encasillándolas en la categoría de “herramienta”, una especie de “as en la manga” del profesor.

Teniendo como base el concepto de hegemonía en Gramsci, sobre todo la noción contra hegemónica, buscamos analizar Mafalda, un obra del caricaturista argentino Quino, en la enseñanza de Historia, a partir de lo que llamamos “Crítica Mafaldiana” de los elementos característicos de la sociedad burguesa. Es objetivo fundamental de la investigación,  identificar en que medida es posible, a partir de la crítica “Mafaldiana”, construir , colectivamente, sentidos contra hegemónicos en las aulas.

En términos metodológicos, fueron seleccionadas dos tiras de Mafalda, presentes en la totalidad de la obra de Mafalda, con la intención de subsidiar las reflexiones aquí esbozadas. La restricción del espacio impidió el análisis de mayor cantidad de  tiras.

La hegemonía en Gramsci.

Si el concepto de hegemonía es uno de los mas difíciles de definir dentro del pensamiento marxista, habiendo sido interpretado como liderazgo y/o como dominio, será con Antonio Gramsci (1891 – 1937) que tal concepto alcanzará su pleno desarrollo como concepto marxista.

Considerado por muchos estudiosos de Gramsci, su concepto clave en su mayor contribución a la teoría marxista, la “hegemonía gramsciana” era aún un concepto poco desarrollado antes de que fuera privado de su libertad, por parte del Estado fascista, en 1926. De la concepción previa a la cárcel de hegemonía, como una estrategia de la clase obrera y un sistema de alianzas que los obreros deben llevar adelante, con el objeto de derribar al Estado burgués, Gramsci pasa a comprender la hegemonía, ya en sus anotaciones en la cárcel (que darían luego origen a su mayor obra, Los Cuadernos), como el modo por el cual la burguesía establece y mantiene su dominación (hegemonía con proyecto de clase). Analizando históricamente la Revolución Francesa y el Resurgimiento Italiano, Gramsci busca entender como se construye en estos países la llegada de la burguesía al poder y sobre todo, el mantenimiento de este poder, definiendo el Estado, a partir principalmente de Maquiavelo, como fuerza mas consentimiento, coerción mas consenso, sociedad política mas sociedad civil.

Gramsci amplía la teoría leninista del Estado, defendiendo que la hegemonía no se reduce a la fuerza económica y militar, sino que resulta de un batallar constante por la conquista del consenso en el conjunto de la sociedad (grupos subalternos y grupos aliados). Según el pensador sardo, la hegemonía corresponde al liderazgo cultural e ideológico de una clase, por sobre las demás, presuponiendo la capacidad de un bloque histórico (alianza de clases y fracciones de clases duradera y amplia) de dirigir moral y culturalmente, de forma sustentada, a toda la sociedad (Moraes, 2009, p.35). Por lo tanto, es imposible pensar la hegemonía sin pensar en la lucha de clases:

Hablar de hegemonía y contra hegemonía es pensar en los antagonismos entre las clases sociales que, a partir de su posición dominante o subalterna en el interior de la sociedad y del Estado de clases, ejercen, sufren y disputan permanentemente el poder. (Dantas, 2008, p.91)

Como categoría dinámica, la hegemonía presupone negociaciones, compromisos, renuncias por parte del grupo dirigente si se pretende hegemónico. La base material de la hegemonía es construida a partir de las concesiones y reformas, con las cuales se mantiene el liderazgo de una clase (o fracciones de clase) y por las cuales, otras clases (alidadas o subordinadas) ven sus reivindicaciones atendidas. Para Gramsci, la hegemonía no puede ser garantizada sin considerar las demandas mínimas de los “de abajo”, siendo fundamental para la clase dirigente saber ceder, saber realizar sacrificios en el intento de preservar este inestable equilibrio de fuerzas (Gramsci, 2002, vol. 3, p. 47).

No obstante, el comunista italiano reitera que estas cuestiones son siempre asimétricas, o sea, que existe un grupo que dirige y otros que son dirigidos, luego, la renuncia (concesiones) de la clase hegemónica no puede nunca permitir un desequilibrio en su relación con la clase subalterna, y menos aún, un desequilibrio a nivel estructural (Ibidem, pp. 47-48)

Un referente en el estudio de la hegemonía en Gramsci, Luciano Gruppi defiende que el marxista italiano presenta este concepto en toda su plenitud, o sea, “como algo que opera no sólo sobre la estructura económica y sobre la organización política de la sociedad, sino también sobre el modo de pensar, sobre la orientación ideológica e inclusive sobre el modo de conocimiento” (Gruppi 1978, p. 3).

En otras palabras, Gruppi destaca que la hegemonía sólo es posible si el liderazgo de una clase se da también en el plano de la superestructura (en una mirada marxista mas ortodoxa), si es un liderazgo cultural e ideológico que produce consenso y adhesión a su agenda. No basta la acción coercitiva si el objetivo es un dominio por completo, un dominio hegemónico.
Finalizando, es imprescindible puntualizar que las formas de hegemonía no son siempre las mismas, variando de acuerdo con la naturaleza de las fuerzas que la ejercen. (Moraes, op. Cit., p.36), y que la hegemonía nunca es “completa”, el poder de una clase nunca esta garantizado completamente. Y reafirmando lo que mencionamos anteriormente: es imposible desvincular la cuestión de la lucha de clases de la discusión hegemónica, algo bastante común hoy en día, en los diversos procesos de “domesticación” de Gramsci.

Mafalda y su banda

Creada en 1964 (inicialmente para una propaganda de una marca de electrodomésticos), Mafalda es el personaje de historietas, mas popular de Argentina y uno de los mas conocidos en el mundo. Su corta trayectoria va de 1964 a 1973, a través de tres publicaciones: Siete Días Ilustrados, Primera Plana y El Mundo.

Los interlocutores de Mafalda también representan personajes extremadamente ricos, como por ejemplo, Susanita, la “burguesita” graciosa, egoísta y peleadora, cuyo principal proyecto de vida es casarse y tener hijos; Felipe, el soñador de imaginación fértil, mostrado en las historietas, perezoso, tímido y al que no le gusta ir a la escuela; Manolito, el pequeño empresario de la banda, ambicioso, bruto, materialista y que sueña con ser dueño de una cadena de supermercados! Complementan la banda el simpático Miguelito, un filósofo vanidoso al extremo que desea el estrellato mas que todo; la pequeña Libertad, una miniatura de Mafalda, hija de hippies y entusiasta de las revoluciones; Guille, el hermano menor de Mafalda, quien frecuentemente la sorprende con sus ”transgresiones”; y los padres de Mafalda, típico matrimonio de clase media latinoamericana, pasivos, limitados intelectualmente y endeudados.

La filósofa de seis años invocada, utópica y cuestionadora de las injusticias del mundo, libertaria, politizada, fan de los Beatles y contraria a cualquier tipo de sopa, dialoga con diversas fajas etáreas y clases sociales, siendo bastante utilizada en libros didácticos, sean de Gramática, Historia, Geografía o Filosofía.

El personaje de Quino construyó su discurso, en gran parte de las historietas, de dos formas: 
a partir del cuestionamiento a los adultos (generalmente sus padres), en la intención de dirimir las dudas que le quitan el sueño, o en la interacción con los otros personajes, de la misma edad, buscando entender el mundo que los rodea (¿por qué, existen guerras? ¿por qué la madre trabaja en casa y el padre no?) a partir de las referencias de que disponen.

Obviamente Mafalda, no es una historieta infantil, sino que está dialogando directamente con un público mayoritariamente adolescente y adulto. De esta forma, el personaje de Quino oscila muchas veces entre la caracterización de una criatura típica, con todo lo que le puede ser atribuido (miedo, ingenuidad, dependencia de los padres), y una criatura excepcionalmente lúcida, crítica y profunda conocedora de la realidad en la cual está inserta, que discute de igual a igual con personas mayores, la mayoría de las veces colocándolas en posición de “jaque mate”.

Luego de ser consultado si es posible modificar algo a través del humor, Quino afirmó cierta vez: “No. Creo que no. Pero ayuda. Es aquel pequeño grano de arena con el cual contribuimos para que las cosas cambien”.  A pesar de la respuesta categórica, es un hecho que la obra de Quino contribuyó (y contribuye) bastante para la crítica del sentido común, para la politización a través del arte y, sobre todo, para una lectura de las décadas de 1960 y 1970 que, lejos de ser neutra o contemplativa, se posiciona y cuestiona en todo momento los hechos, las costumbres, a partir de la visión que Quino tiene del mundo, visión que, a pesar de no romper con la sociedad de clases, ni tampoco defender la supresión del capital, en muchas circunstancias posibilita lecturas contra hegemónicas de la realidad. Mas adelante retomaremos este punto.

La crítica "Mafaldiana"  a los elementos  característicos de la sociedad burguesa


(Tira 1 – La Democracia)

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