miércoles, 27 de noviembre de 2013

De odio racial y otras yerbas

Nombrar a una persona “negro” en muchos lugares de la Argentina, es hoy una forma despectiva de referirse a alguien, con una extensa y variada connotación pero en todos los casos con una alta carga negativa, discriminatoria. Frigerio 2009.  “Luis D´Elia y los negros: Identificaciones raciales y de clase en sectores populares” Claroscuro 8; p. 2.
En principio es una forma de segregación social que se utiliza  hacia personas o grupos de personas (“los negros), pero tiene también otras interpretaciones posibles, siempre en sentido negativo y  hacen referencia a aspectos culturales, sociales, educativos, estéticos, espaciales y morales; tales referencias pueden encontrarse generalizadas en el uso del término “negro”, o bien especificadas y en este caso acompañadas de una interminable lista de adjetivos tales como “cabeza”, “bruto”, “villero”, “provinciano”, “vago”, “ladrón o ladri”, y otros tantos que pueden abarcar otras connotaciones tales como la sexualidad, la higiene, etc.
No obstante esta primera y muy actual utilización de la denominación “negro”; ya sin comillas, negro hace referencia a cuestiones raciales aunque, al no ser su uso habitual en Argentina, muchas veces para hacer referencia justamente a la utilización que se le está dando, se habla de negro-negro, o negro-mota. Frigerio 2006. “”Negros” y “Blancos” en Buenos Aires: Repensando nuestras categorías raciales” En: Temas de Patrimonio Cultural. P. 84
Ya desde esta disposición racial del término, podemos entender que esta denominación tiene diferentes significados en diferentes lugares o contextos.
Esto tendría relación con la significación del nosotros que se buscó enfatizar, al nombrar al otro como negro. En el caso de Argentina lo que se buscó fue “blanquear” a la sociedad, como forma de invisibilizar al negro y a las connotaciones negativas que de la negritud se tuvo, durante el proceso de  conformación del estereotipo nacional, proceso en el cual con la negación o minimización de la presencia de los negros en la conformación histórica de la argentinidad, se fueron invisibilizando los atributos negativos asociados a los negros, la esclavitud, el sometimiento, la desposesión absoluta.

 En este sentido la desposesión, la esclavitud y el sometimiento funcionan como un mecanismo de unificación sobre aquellos que,  de una u otra manera han sido víctimas históricas de la segregación y el despojo, no sólo material, sino cultural e histórico; y termina siendo un motivo de identificación; identidad que está basada en una experiencia histórica de discriminación; paradójicamente esta forma de discriminación racial basada en la desposesión absoluta, funciona también como una identidad que además de visibilizar las similitudes y concurrencias históricas de los desposeídos, muestra al otro,  al otro no-negro, al otro no-desposeído, reafirmando así, la actualidad, la contemporaneidad y vigencia de esa identidad, desde la cual se puede abrigar la esperanza de recorrer el camino en búsqueda de la historia real de aquellos y estos desposeídos, y re-construir todo lo aún posible de cuanto la historia oficial se encargó de ocultar.
Es en esta dimensión del análisis donde la raza funciona como signo y huella, ya que “es indicio de la posibilidad de una memoria que podrá guiarnos de vuelta a la recuperación de viejos saberes, de soluciones olvidadas, en un mundo en que ni la economía ni la justicia son ya viables. “Segato 2007; “La Nación y sus otros. Raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de Políticas de la Identidad. p 24.
No obstante esta “oportunidad” que hoy se nos brinda, la autora advierte que, en todo caso no hay que dejar de tener presente que raza en este sentido es efecto y no causa, es el resultado de una construcción social histórica en y de  los pueblos conquistados y colonizados, durante la cual  raza fue la forma de nombrar y clasificar las diferencias, y que no tuvo ni tiene otra finalidad que la del sometimiento.
Vale también a partir de esta posición remarcar que, en otras latitudes del continente, negro tiene también diferente significación, producto de que la construcción de la alteridad y del estereotipo nacional, fue diferente en cuanto al espacio y el rol que al negro le cupo en esa construcción; sin que esto implique de modo alguno que, el fin último no fuese el ocultamiento, de todo lo que pudo haberse considerado como un rasgo positivo de su presencia a lo largo de las “historias nacionales”. Esas historias a las que Segato engloba en el concepto de formaciones nacionales de alteridad,  esa alteridad que no pre existía a la mirada, lo exótico de los otros, no está en ellos, sino en la mirada que lo exotiza, que lo “vuelve” exótico; esas miradas, y sobre todo los registros históricos de esas miradas, fueron productos de la elites,  no son otra cosa que una construcción, concebida por las clases dominantes, a través de sus “historias oficiales” y reproducida a través de generaciones con toda la potencia del Estado, y desde allí, por la cultura, las artes, y las relaciones de la sociedad toda.


Asimismo, estas formaciones nacionales de alteridad a las que refiere Segato,  son dinámicas y por tanto, pueden ser entendidas en términos de una alteridad abarcativa, que engloba diferentes dimensiones del “otro”, dimensiones que a través de esa construcción histórica pueden variar, supliéndose y/o complementándose unas con otras en una relación dialéctica, y manifestarse en la raza, la clase, la religión, la etnia, la cultura. Así, lo que en un momento del proceso fue menosprecio y odio racial, deviene en otras variantes de menosprecio y odio. Grimson 2011; p. 64

martes, 26 de noviembre de 2013

Cultura e identidad. Diferencias y Concurrencias en un caso concreto.

El martes 2 de abril de 2013, pasó sobre la ciudad de Buenos Aires y el área metropolitana una tormenta de gran magnitud, con la particularidad de que produjo fuertes precipitaciones en volumen de agua caída y en un breve lapso de tiempo, fenómeno que provocó la inundación de buena parte de la superficie de la ciudad y de áreas del conurbano bonaerense. Horas mas tarde el fenómeno meteorológico se trasladó con mayor intensidad a la ciudad de La Plata y zonas aledañas, causando mayores y mas lamentables daños.
Este episodio, de alguna manera generó que, en un determinado territorio de la ciudad de Buenos Aires, el sudoeste de la ciudad, en el espacio que ocupan las comunas 8, 9 y parte de la 10; donde conviven personas y grupos con diferentes culturas, es decir prácticas, creencias, valores, significados y pertenencias nacionales, diversidad situada que, de acuerdo a la propuesta de Grimson  remiten al concepto de Configuración Cultural; sin que ésta anule o suprima las diferencias entre unos grupos y otros, si es que esas diferencias, son diferencias culturales; se inicie el desarrollo de una nueva experiencia.
En el territorio mencionado, habitado por los grupos a los que hice referencia, lo que aparece después de la inundación, es una identidad; la de habitante de una cuenca, la cuenca del Arroyo Cildáñez; que en relación a las otras cuencas tiene algunas particularidades: a) es el único arroyo de la ciudad que aún mantiene parte de su curso a cielo abierto; b) se sitúa en la región de menor inversión de obra pública de la ciudad y c) es una cuenca invisibilizada en relación a las del Arroyo Maldonado, el Arroyo Medrano y el Arroyo Vega; situadas en el centro y el norte de la ciudad.
El “¿por qué?” de este caso, y no de otro en el cual presentar un ejemplo de cultura y otro de identidad, para mostrar sus diferencias; es que entiendo que este caso, en el cual se describe el proceso de formación de una determinada identidad en un contexto particular, se pueden apreciar las diferencias, pero también la prexistencia de expresiones de cultura, a la de identidad  aquí planteada, y fundamentalmente lo que pretendo  señalar, en relación a algunas de las varias consideraciones teóricas del texto de Grimson, es que hay una correspondencia entre una y otra.
Estas correspondencias, ya que entiendo pueden ser mas de una, podrían verse por ejemplo en el sentido de que la apelación a esa identidad después del episodio, no surge de manera espontánea, de la totalidad de las personas que luego se integran, ni en toda la superficie del territorio en cuestión; la apelación, es a una construcción identitaria, y es hecha por un grupo, podría decir un pequeño grupo en relación a la cantidad de personas que hoy se identifican como habitante de la cuenca, y que lo hacen desde sí, y eso incluye también desde su cultura, aunque esta correspondencia no sea “permanente y sistemática, entre identificación y cultura”. Grimson 2011; p.155.
Evidentemente, y justamente, por la falta de permanencia, en este caso particular, donde la identidad se construye y se asume a partir de un determinado interés, podría esta identidad consolidarse y permanecer como una construcción colectiva, con la cual se han podido abordar soluciones concretas a diferentes temáticas, y ser “sostenida” para afrontar nuevos contextos, o bien podría desaparecer, o superarse en una nueva identidad; y esto, sin perjuicio de que culturas que le dieron forma, desarrollo y sustento, puedan continuar manifestándose; aunque entiendo que no sería una “manifestación” exacta de lo que fue, sino una manifestación ahora atravesada por el proceso identitario.
Otra forma de relación entre cultura e identidad, y siempre hablando del ejemplo presentado, es que la identidad que se construye, se utiliza para poner en tensión diferentes intereses, muchos de los cuales han sido naturalizados en prácticas y creencias que adoptan “formas culturales” de enfrentar determinados conflictos, que además son alentadas desde el poder político,  como que ante una inundación, los afectados respondan culturalmente a través de los canales institucionales establecidos,  por ejemplo la queja, el pedido de indemnización, la solicitud de subsidio o apoyo social, y otros mecanismos institucionalizados de la burocracia que, una vez abierto el expediente correspondiente, naturalizan que el problema pasa a ser, el avance del expediente, y la resolución al mismo, invisibilizando así, ocultando el verdadero problema, la inundación y sus consecuencias,  por falta de planificación, mantenimiento e inversión en obra pública. Esta situación puntual me parece importante remarcarla, ya que el proceso de construcción identitaria se da al tiempo que se desnaturalizan sentidos estatales; situación en la cual el autor advierte, los cientistas sociales no deberían incorporar dichos sentidos a sus prácticas. Grimson 2011; p. 196
Desde este ángulo,  y en este caso, la identidad, la identificación de pertenencia a un grupo, juega además, el papel de asumir la construcción de “nuevas formas” de cuestionar la “cultura oficial”, dejando de lado la queja para dar espacio a la participación colectiva en políticas públicas, interpelando a los organismos específicos del poder político y a otras organizaciones de la sociedad, a integrarse en la búsqueda de la solución real de los problemas pues, “los grupos pueden identificarse públicamente de cierto modo (y no de otros) para presentar sus demandas; y porque el conflicto social (que es inherente a toda configuración) se despliega en ciertas modalidades mientras en otras permanece obturado.” Grimson 2011; p. 173.

A manera de conclusión  de este punto se podría  decir que  las pertenencias identitarias no son definidas principalmente por el territorio, o por una cultura, sino por una pertenencia común, esta pertenencia, puede ser de adopción  a un conjunto de valores. El concepto de identidad, alude precisamente a que los actores sociales, en el marco de la realidad cotidiana, disponen siempre de cierto margen de maniobra para adoptar su pertenencia identitaria. 


Las pertenencias (adopciones)  identitarias no son “naturales”, son producto de incesantes procesos de construcción, en los cuales se articulan la igualdad y la diferencia; para la propia identificación,  y en la relación con los otros, e implica lo que el sujeto toma de su realidad, como modo de adopción de una identidad colectiva. Ya no es la nacionalidad o la cultura, en este caso, lo que determina la identidad de un sujeto;  sino como se posiciona en relación a otros sujetos o al resto de la comunidad, esgrimiendo sus condiciones objetivas; su condición de inundado, con prácticas propias de esta identidad, y no de otras.

De manera que las identidades sociales son construcciones que se encuentran sujetas a la dinámica de las relaciones sociales en las que se inscriben,  y son construidas por los actores sociales a partir de enfatizar algunos rasgos.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Una Experiencia Participativa de Transformación Política y Social

R.I.I.C. - Red Intercomunal Cuenca Cildañez, la experiencia que, a partir de las últimas inudaciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se gestó con la movilización y participación popular, en un intento transformador de la realidad.

Su génesis y su actualidad en imágnes.